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La Chica Bajo el Paraguas de Bansky

  • Joel de Bruine
  • 30 jul 2019
  • 3 Min. de lectura

Recuerdo el verano del 2016 en el que visité una exposición del artista callejero Banksy en el Moco Museum en Amsterdam. Me gustó mucho su manera creativa de protestar contra el abuso de poder. La imagen que más me impactó fue la de una niña bajo un paraguas. Tiene el brazo extendido para comprobar si fuera del paraguas hace el mismo tiempo que debajo. En su cara se puede ver una cierta confusión. La realidad de la muchacha es que tan sólo llueve debajo del paraguas y no alrededor. Banksy comenta, que la reflexión que hay en su obra es la de que en ocasiones aquello que se supone que debiera protegernos, al final nos lastima y de hecho se convierte en la fuente de nuestros problemas. Muchos supervivientes han sufrido abuso por parte de aquellos que deberían haber sido un refugio en la niñez. Un refugio donde se te debería querer y respetar por quien eres, no donde eres utilizado/a de forma egoísta. Un lugar dónde deberías aprender tus límites y los de los demás. Un lugar dónde deberías descubrir a qué huele la felicidad y la ternura. Un paraguas que debería resguardar de la lluvia y no producirla dentro. Es entonces cuando comienzan los mecanismos para sobrevivir a semejante tragedia. Las víctimas aprenden a leer las emociones y pensamientos de sus agresores mejor que nadie, para evitar así el mayor daño posible. Detectar por ejemplo, si el agresor está de mal humor para no enfadarle más. También aprenden a tener control de sus propias acciones y el mensaje que transmiten con sus gestos y posturas, en lugar de esa actitud despreocupada típica de una niña, para evitar así atraer sexualmente al agresor. Desarrollan un control exacerbado de su entorno estando alerta ante posibles amenazas. El mundo ha dejado de ser un lugar seguro. Muchos supervivientes se convierten en expertos manipuladores en un esfuerzo de manejar a los demás para que no les hagan daño. Evitan hacerse vulnerables ante el miedo de que alguien les hiera. Algunos se vuelven retraídos, apáticos, solitarios, desarrollando un carácter agrio para espantar a la gente. Otros se convierten en la oveja negra de la familia, dando problemas, siendo rebeldes, buscando llamar la atención de forma negativa. Otros se convierten en el centro de la fiesta con una apertura exagerada en las relaciones no comprendiendo los límites personales. Y todo esto les acompaña hasta la edad adulta. Una profunda soledad y desadaptación suelen acompañarles siempre. ¿Y qué tiene que ver el cuadro de Banksy con todo esto? Todos estos mecanismos de supervivencia son ese paraguas que se supone les protegerá de la lluvia y que, sin embargo, provocan que les llueva de la misma manera, o peor, dentro del paraguas. Incluso en los días en que afuera brilla el sol. Lo que se supone que les ayudó a sobrevivir se vuelve ahora en su contra y les destruye. Antes el agresor era ese siniestro paraguas, ahora el paraguas son sus recuerdos sin sanar y sus mecanismos de supervivencia. Pero nunca es tarde para romper el silencio y con el apoyo adecuado aprender, poco a poco, a desarrollar un carácter saludable. Nunca es tarde para que el agresor deje de ser protagonista en la película de su vida. Despedirle como actor que hace de malo y mandarle al desempleo para siempre jamás. Escribir un nuevo guion y elegir un nuevo elenco de actores saludables. Nunca es tarde para cerrar ese paraguas y abrirse a la vida. Con sus alegrías y tristezas, sus afectos y heridas, sus riesgos y aventuras. Aprender una nueva ternura, que es la que vencerá al mundo. Joel de Bruine


 
 
 

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