El síndrome del Patito Feo
- Joel de Bruine
- 25 jul 2019
- 6 Min. de lectura
El Patito Feo

Todos conocemos el popular cuento escrito por Andersen, el Patito Feo. Desde la infancia sufre el escarnio de sentirse diferente, inadaptado, fuera de lugar, feo… Los demás patitos son normales, él no. Nació en el nido equivocado. El defecto tiene que estar en él, no puede ser el resto del mundo el que no encaja.
Nadando solitario en las aguas de su lamento, contempla absorto en la distancia, la belleza de esos seres sublimes que son los cisnes. ¡Ojalá tuviera yo ese plumaje, ese cuello, ese porte majestuoso! Pero ni siquiera al madurar sus plumas transformadas en blancas y brillantes, es capaz de ver quién es en realidad.
El Patito Feo sigue viendo su plumaje gris, se sigue viendo feo. Ha creído la mentira de lo que tantas voces le han repetido vez tras vez. La vergüenza ha ensuciado, en su imagen mental, sus plumas hasta el punto de desear acabar con su propia vida...
“De pronto, justo enfrente de donde él se encontraba, salieron de la espesura tres magníficos cisnes blancos, con el plumaje inflado, y se deslizaron suavemente sobre el agua. El patito reconoció los espléndidos animales y se sintió sobrecogido por una extraña melancolía.
-¡Volaré hacia esas regias aves! Sé que me matarán a picotazos, por atreverme, tan feo como soy, a acercarme a ellos. Pero ¡qué importa! ¡Prefiero que ellos me maten a que me picoteen los patos, me piquen las gallinas, me desprecie la moza que cuida del corral y tenga que sufrir los rigores del invierno!
Y así, voló hasta el agua y nadó en dirección a los espléndidos cisnes. Éstos le vieron y se lanzaron hacia él con las plumas erizadas.
-¡Matadme, matadme si queréis! -dijo el pobre animal, e inclinó la cabeza sobre el agua a esperar la muerte. Pero ¿qué es lo que vio en el agua transparente? Vio bajo él su propia imagen, pero ya no era un torpe pájaro gris oscuro, feo y repugnante: era un cisne.
¡Poco importa haber nacido en un corral de patos, cuando se ha salido de un huevo de cisne! Se sentía compensado de sobra por todas las penalidades y contratiempos que había sufrido; pensaba sólo en su felicidad, en toda la belleza y alegría que le esperaba.
Y los grandes cisnes nadaban en torno suyo y lo acariciaban con el pico.”
(Extracto del Patito Feo de Andersen)
La verdad de quiénes somos nos hace libres. Otra historia similar es la que encontramos en una historia de la biblia, ahí encontramos otro patito feo. Es la conocida historia de la mujer sorprendida en adulterio. Convertida en espectáculo público, despreciada, utilizada para tender una trampa a Jesús es arrojada delante de él por unos escribas maestros de la fe y fariseos defensores de la ley de la religión, demandando su sentencia de muerte. Jesús ahuyenta a la panda de matones atribulando sus conciencias con su famosa frase: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.
Imagino como ella le mira y, al igual que el patito feo en el agua, ve su imagen reflejada en los ojos de amor de Jesús, descubriendo por primera vez quién es ella en realidad. Una mujer valiosa, hecha digna por la mirada del Maestro sobre ella. Un ser humano precioso a los ojos de su Creador.
Según las estadísticas una de cada cuatro mujeres y uno de cada siete hombres han sufrido en España algún tipo de abuso sexual. El 60% no han recibido ningún tipo de ayuda(estadísticas elaboradas por el profesor Félix López Sánchez, catedrático de psicología de la sexualidad de la Universidad de Salamanca).
En palabras de una víctima de abuso sexual en la infancia: -“Una de las mayores secuelas es la culpabilidad, sentirte culpable por haber sido abusada/o y no decir NO. ¿Por no evitarlo? ¿por no defenderte? ¿por callar y someterte a las vejaciones? ¿creer que eras tú quien quizás provocabas esa situación? ¿porque a veces se sintió placer? ¿por parecer que te convertías en encubridora de tu abusador? ¿por recibir a veces regalos o caramelos de tu abusador? ¿por no escaparte?...”- Dicha culpabilidad se ve agravada al añadir los propios comportamientos perjudiciales hacia uno mismo y hacia los demás, provocados por la distorsión producida en su identidad. Un altísimo porcentaje de las personas que han sufrido abuso sexual durante su infancia se ven abocadas a una vida adulta estigmatizada y sembrada de problemas que se concretan en depresión, ansiedad, baja autoestima, desarreglos alimenticios, adicciones, aislamiento y marginación, hostilidad a las personas del mismo sexo que la persona agresora... y en un 58% de los casos, intentos de suicidio -según datos aportados por FOROGAM (Foro de Grupos de Ayuda Mutua para víctimas de abusos sexuales en la infancia)-. A todo esto hemos de añadir que las personas que han padecido estas agresiones están predispuestas a sufrir nuevos abusos en la edad adulta bien sea por su pareja u otros, a ser objeto de explotación sexual, y a manifestar problemas relacionados con la sexualidad como dificultad para relajarse, anorgasmia o promiscuidad. La culpabilidad pronto desemboca en una triste deformación de la identidad llamada vergüenza. La culpa es una voz de alarma que nos avisa de que algo hemos hecho mal y nos sirve para corregir aquello que es perjudicial para nosotros y los demás. Sin embargo, la vergüenza ya entra en el campo de lo que creemos de nosotros mismos, de nuestra valía como personas. La vergüenza nos dice que nuestro valor es inferior, que somos feos, que el mundo estaría mejor sin nosotros.
Cuando un niño es abusado, con un acto de semejante vileza, a la víctima se le distorsiona la identidad, se convierte en un patito feo en su mente, el mundo se torna en un lugar que ya no es seguro, su voluntad es quebrada y de la nada tiene que inventar múltiples y creativos métodos de supervivencia. La sensación que persigue a muchas víctimas es la de estar muertos en vida.
Un nuevo comienzo
El patito feo descubre que es un cisne, eso es maravilloso, un nuevo comienzo. Pero, ¿sabrá comportarse como un cisne? ¿Si durante tanto tiempo se ha creído un patito feo no tendrá comportamientos adquiridos de patito feo? ¿Ahora es un patito feo atrapado en un cuerpo de cisne? El nuevo comienzo es inspirador pero pronto podría desinflarse al notar que no es capaz de comportarse como los demás cisnes. Empezaría a sentirse feo otra vez al lado de estos cisnes que saben ser cisnes. Se sentiría torpe, inadaptado, inválido. Se daría cuenta de que no sabe hablar con la gracia y entonación con la que hablan ellos. Notaría que no sabe deslizarse en el agua con esa sutileza y perfección. Se podría desanimar al ver que le cuesta mantener el cuello erguido con ese porte majestuoso.
Al intentarlo durante varios días se podría desanimar, sentirse fuera de lugar entre los cisnes y volver a dónde vivían los patos intentando ser quién fue en el pasado. Sin embargo, una vez que has probado un poco a lo que sabe la libertad, la miseria se vuelve más evidente, la fealdad más patente y el esfuerzo por vivir en negación, haciendo como si nunca hubiese pasado, hace que uno se hunda más de lo que estaba antes.
El Pañal
Es de vital importancia ser humildes, aceptar nuestras imperfecciones comprendiendo que nosotros no somos esas imperfecciones. “No soy tonta, he hecho una tontería”. Recuerdo cuando yo le cambiaba el pañal a mis hijos. Yo les quitaba el pañal, limpiaba la caquita, les limpiaba el culete con una suave toallita húmeda, les aplicaba una pomada que curaba la irritación, les decía cosas bonitas mientras lo hacía, les hacía cosquillas y pedorretas en la tripa, se reían y convertía el cambio de pañal en una fiesta. El pañal junto con su maloliente caquita se iban a la bolsa de la basura.
¿Imagináis que junto con el pañal tirase al bebé a la basura directamente? ¿Es absurdo verdad? Sin embargo es lo que muchos hacemos al ver nuestra imperfección, nuestros defectos, nuestros errores, nuestras malas acciones. Cuando hacemos algo mal y escuchamos a nuestro sentimiento de culpa, que nos avisa de algo mal hecho, en lugar de limpiar esa caquita maloliente pidiendo perdón y aprendiendo poco a poco a cambiar el comportamiento, lo que hacemos es que nos hundimos en la vergüenza, nos aislamos y nos creemos que somos ese desecho maloliente. ¿Absurdo verdad?

Aprendizaje
¡Ahora es tiempo de aprender a ser quién ya sabemos que somos! Tú ya eres ese cisne, ahora toca comportarse como tal. Al igual que una película que vi en la que una adolescente normal, una común mortal, le revelan que en realidad es una princesa, que si accede a ello puede irse y vivir en el palacio real.
Después del choque inicial accede y comienza todo un nuevo proceso de aprendizaje de aprender a ser quien ya es, aprender los comportamientos, las formas de hablar, los protocolos, la forma de girar la mano al saludar, qué tenedores usar en la mesa, las reverencias y un largo etcétera.
Tú eres una princesa con costumbres y patrones de comportamiento adquiridos en tu familia de origen. Ellos no se dieron cuenta que eran príncipes y princesas, ellos creían que eran indigentes y como tal se portaron contigo. Te hicieron creer lo mismo. Ahora, ¡que alguien se atreva a tirarte la primera piedra! ¿Nadie? ¿Y si quien se tira la piedra sobre su propio tejado eres tú? Bienvenido a la escuela de un nuevo comienzo preciosa mariposa salida de la crisálida. Bienvenida al primer curso de primaria de cómo ser un cisne, a la escuela de cómo ser princesa, a la escuela de distinguir lo que es el bebé y lo que es el pañal.
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