top of page

"Poor thing, if she knew her destiny, if someone told her, if she knew the color of the wings she will have with which she will be soaring in the wind, then those days of boredom would become days of flourishing and pregnant hope. Chrysalis' mysterious moment, when the caterpillar is surrounded by a pupa and during a time of apparent inactivity, she undergoes a fabulous transformation. "
​
Una amazona
Un poco de mi trasfondo
La verdad es que de pequeña, siempre fui una niña bastante cariñosa y confiada. Vengo de una
familia bastante disfuncional en la que mis padres se excedían en los castigos que nos imponían
a mi hermano y a mí, mi hermano lo pagaba conmigo y, a su vez, se faltaban el respeto entre
ellos mismos (de hecho, en más de una ocasión era yo quien intervenía para parar la situación).
​
Años más tarde, cuando tenía unos 13 años acabaron divorciándose de una manera poco pacífica
(mi madre se aprovechó de la recién implantada ley contra la violencia de género para beneficiarse
del divorcio) y, finalmente, mi custodia quedó en sus manos. Mi padre, literalmente me abandonó
y, de la noche a la mañana sentí que había perdido a toda mi familia paterna. Además, como estaba
regordeta, sufría bullying en el colegio y la situación con mi hermano no era la más ideal ya que,
solía pagar sus frustraciones conmigo.
​
Los abusos
No recuerdo cuando fue la primera vez, pero sí recuerdo que era una situación que se repetía cada vez que salíamos de excursión la familia (en modo merenderos). Cada vez que nos íbamos al monte, un tío mío aprovechaba para quedarse a solas conmigo y me tocaba en partes en las que no se debe tocar a nadie sin su consentimiento. Con el paso del tiempo, fui tomando conciencia de la situación que, prácticamente se había normalizado y, cada vez que llegaban los veranos se volvía a repetir. Traté de hablarlo con mi madre, pero lo único que encontré fue su rechazo y negación a la situación, así que, poco a poco fui desligándome de la familia con el fin de no tener que vivir más esta situación (a día de hoy, sigue tratando de acorralarme, pero ya no tengo miedo y soy capaz de anticiparme a sus acciones).
​
El resto de abusos que he vivido han sido de mis parejas...
​
La primera vez que me ocurrió, tenía 18 años y no recuerdo de si acababa de volver de trabajar o me tocaba trabajar, pero sí sé que estaba cansada y, a la que caí en la cama me quedé dormida. Lo siguiente que recuerdo es que él estaba encima de mí forzándome y, lo único en lo que podía pensar era en no gritar porque sus padres estaban en casa y sería una situación muy incómoda además de tratar de quitarlo de encima. Al final, me di por vencida y pensé que, si me quedaba quieta acabaría más rápido. La siguiente situación, ocurría cuando mi pareja volvía de fiesta borracho.
​
Finalmente, la escapatoria que encontré a todo esto fue irme a estudiar fuera, lo más lejos posible tanto de mi hogar por el ambiente tan tóxico que había y, de mis exparejas, que se obsesionaron conmigo (era incapaz de salir a tomar un café ya que, cada vez que me cruzaba con ellos me seguían).
​
Mi paso por un Grupo de Ayuda Mutua (GAM)
Cuando conocí lo que era un GAM estaba totalmente perdida. Durante años, callé todas las experiencias anteriores y eso me pasó factura a todos los niveles de mi vida. Tuve anorexia, después bulimia, varios intentos de suicidio y, finalmente, caí en una depresión bastante severa. Gracias a una amiga, asistí a una charla en Donosti sobre Crisálida y, fue un regalo de Dios. Recuerdo que, fue como ver una luz al final del túnel en el que sentía que estaba desde hacía mucho tiempo.
Me ayudó a comprender que no soy una víctima, sino una superviviente. A ver que, tengo derechos y que puedo y debo aplicarlos. Que, independientemente de que me crean o no, esa situación ha pasado y ha sido algo real y no tengo porque negarla o sentirme mal por hablar sobre lo sucedido. A que no soy una mentirosa o una manipuladora. A que puedo seguir avanzando en mi vida sin que la herida siga abierta. Que, a veces, puede doler, pero ya no es mi presente, sino mi pasado y, como tal, forma parte de mi historia, pero no la define.
Pero, especialmente, a que no fue culpa mía y a que, hiciese lo que hiciese, vistiese como vistiera, no lo pedí ni incité a nadie a que hiciera eso. Porque una niña no sabe lo que es eso. Porque cuando una duerme no elige eso y, sobre todo, porque un no siempre es un no.
​
Aprendí que, aunque a veces parezca que todo está oscuro, siempre hay una luz que nos puede ayudar a salir. A que, aunque parezca que todo tu mundo se ha derrumbado, puedes levantarte y volver a caminar y construir tu vida. Aprendí que soy valiente y fuerte.
Me ayudó a salir a la calle sin miedo y a volver a levantar la mirada del suelo. A volver a ser yo, a reír sin miedo y vestir a mi manera otra vez. A vivir mi vida y a reconstruirla pasito a pasito. Y, sobre todo a que, incluso en los peores días, puedo seguir avanzando.
Así, con mucho trabajo y apoyo maravilloso, me ayudó a dejar de verme como una víctima y a verme como una amazona. A que los días malos no son tan malos y a que volver a ser yo, plenamente, es una realidad. Me ayudó a no tener miedo, no sólo a mis agresores, sino a los hombres en general, de hecho, cuando entré al GAM era incapaz de acercarme a Joel o a Santos sin sentirme muy incómoda.
​
​
Aun sigo creciendo
A día de hoy, sigo luchando con la rabia y tristeza que toda esta situación ha generado en mí. Por ejemplo, por el entorno en el que me muevo (industrial) tengo que afrontar muchas situaciones difíciles porque soy mujer y, ciertamente, ahora soy capaz de afrontarlas (lo cuál es un paso muy grande), pero sigo trabajándolo porque, creo que una nunca deja de crecer.
​
He vuelto a asistir a reuniones familiares y he sido capaz de confrontar cualquier situación con mi tío de manera civilizada y sin quedarme congelada, pero sigo luchando con la ansiedad que me produce el asistir a cualquier evento familiar en el que se encuentre él.
Sigo luchando con la incomodidad que me pueden producir ciertos perfiles de hombres, generalmente, aquellos que se parecen a mis agresores. También sigo trabajando mi autoestima ya que, no valgo en base a mi físico o lo deseada que pueda ser o no, al final, soy yo quien me defino (y obviamente Dios que me ha creado así).
Por último, quisiera decirte, a ti que lees esto que, si has vivido alguna situación familiar, no desesperes. No estás sola. No es tu culpa y tu verdad es real. Ellos no te definen, eres más fuerte de lo que crees. Y, sobre todo, lucha, porque ya no eres una víctima, eres una amazona.
​
Miriam.
​
​

bottom of page